He buscado y rebuscado un encuentro con la lectura
que fuera digno de compartirse, y ha sido así mismo como encontré una anécdota
que no recuerdo, bueno, que no recuerdo del todo; una especie de "Amnesia
Selectiva" sin que haya hecho yo tal selección. Espero que les guste, y si
no, al menos valga para ustedes el tiempo que dediquen a leerla.
He olvidado, aunque recuerdo, la
primera vez que leí un libro (completo)... Todo sucedió cuando apenas había
cumplido cinco años, o estaba cerca de hacerlo. Aprendí a leer a los cuatro o
cuatro años y medio, o más bien, a esa edad empezó el proceso, de modo que
cuando iba a cumplir cinco ya sabía leer, pero era algo completamente nuevo y
fascinante para mí, me gustaba mucho leer porque sabía que si practicaba podría
hacerlo cada vez mejor y más rápido, y con el tiempo entendía cada vez más lo
que leía, era una completa aventura para mi leer... Leía cualquier cosa (que
pudiese leerse) que tuviera enfrente: anuncios publicitarios, envases de
shampoo, revistas, periódicos, cuentos, libros, folletos del banco (por eso me
encantaba acompañar a mamá al banco cada quince días, siempre había volantes y
folletos en cada caja, y mi mamá me permitía tomar uno de cada uno), las
envolturas de los dulces, las paredes de las tiendas... y un día, mientras me
servían el desayuno, estaba leyendo un envase de leche, leí un lado del envase
y mi madre puso mi plato en la mesa, lo ignoré y seguí leyendo un segundo lado,
mi mamá me regañó así que comí un poco y seguí leyendo el envase, había muchas
palabras que no conocía (información nutrimental) y que me provocaban muchísima
curiosidad.
Después del tercer regaño por no dejar
de leer de una vez y empezar a comer mi desayuno, mi tío, el menor y el más
rudo me levantó de la mesa, me llevó a una de las habitaciones de la segunda
planta y me dio un libro, ese libro era “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry, y dijo –
¿querías leer?, ¡pues ahora no sales hasta que termines!, y mejor léelo porque
vas a decirme de que se trata- El hecho de estar encerrada era ya un suplicio,
y la obligatoriedad había desaparecido toda esa magia que yo le encontraba a la
lectura, durante los siguientes 10 minutos (que me parecieron horas) lloré,
grité, patee la puerta, pedí a mi mamá, supliqué, y nada valió para salir del
encierro. De modo que, resignada, empecé a leer… Pasaron horas, me estaba dando
hambre y el librito parecía no tener fin, cada tanto mi tío iba a preguntarme
si había terminado ya, y yo enojada contestaba que no, él se iba y yo seguía
leyendo…
Pasaron más horas, y yo seguía leyendo… Me retorcía y casi
lloraba sola en esa recámara apenas habitada… Sin que logre ahora recordar el
contenido del libro o algo que hubiese aprendido, terminé y empecé a llamar a
mi tío, quien acudió rápidamente y me hizo un examen oral de lo leído…
No recuerdo en absoluto una palabra del libro, ni siquiera la
portada hasta hace unos minutos que busqué una fotografía para añadirla a éste
relato, pero esa fue la primera vez en que yo leyera un libro (completo), aun
así creo que es una divertida experiencia (aunque casi olvidada) de lectura,
considero que aprendí un par de cosas, por ejemplo, que debo esforzarme para
conseguir mis metas, que en ese momento era salir del encierro en el que
estaba, o que si las cosas son forzadas no producen los resultados deseados, lo
que no quiere decir que por ser obligatorias no deban hacerse, y aprendí que,
aunque me encanta leer desde que aprendí a hacerlo, debo encontrar los tiempos
para hacerlo, y claro, la regla no sólo aplica en la lectura…
¡Me costó días hacer este relato! (Darle forma en mi cabeza, en
redactarlo me llevé como 15 minutos) Pero
mi parecer, ha quedado muy bien, Gracias, sinceramente, a quien ha leído hasta esta
última línea.
Poeta Zombie: Susa López
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