Aquí mi carta.
Que a la letra dice:
Amados niños de las
mañanas siguientes:
Antes de comenzar quisiera decir
que no es fácil escribir esta carta ni creo que sea grato leerla.
Dudo que el mundo exista sin las
buganvilias, tal vez exista sin las rosas porque son inmortales y van siempre
de la mano de los enamorados; los de este tiempo hemos habitado en un mundo
donde los rosales tienen espinas y crecen de la tierra motivados por la fuerza
del agua, en jardines y macetas y también en invernaderos (temo que pronto sólo
se cultiven en los últimos y en masa como fríos objetos de maquila). Pero para
que gastar espacio hablándote de las rosas eternizadas en los poemas.
El mundo podrá existir sin
árboles. Los de este tiempo crecimos con esas construcciones leñosas con verde
follaje en la cima. Algunos como el pirul tienen curiosas frutillas, otros
florecen con objetos comestibles y realmente deliciosos que uno puede
desprender del árbol en el momento que le plazca, una verdadera maravilla
natural. Los árboles deben ser el mejor invento de Dios o de la madre tierra.
Seguro que en el futuro nos las arreglamos para sobrevivir comiendo otras cosas
con sabor ni un poco cercano a las frutas de ahora, y somos tan ingeniosos que
buscaremos otra sustancia para respirar que no sea el aire de inmaculada
transparencia producido exclusivamente en la fábrica de un árbol (o de todos a
la vez). Adjunto a esta carta hojas y frutos de los árboles tan variados y
abundantes que quizá ya no existirán para ese tiempo, pero no todo está
perdido, es posible conservar la vida aun en tales extremos de soledad (porque
sin los árboles estaremos solos).
Sin embargo reitero que no es
posible que el mundo exista sin las buganvilias y la fragilidad rosada que se
amontona en los árboles. Las buganvilias son las flores más generosas que he
conocido, las he visto todo el año, no escatiman en cantidad a tal grado que
compiten con las hojas ¡nadie ha visto tantas flores en un solo árbol!
Es cierto, existirán por siempre
porque no les importan las estaciones del año que ya no van a distinguirse,
porque no necesitan ser plantadas, regadas o cuidadas por nadie, ni ser las
flores favoritas de las personas para existir, pero si llego a equivocarme y
las buganvilias se extinguen, no habrá nietos
que lean esta carta, ni los míos ni los de nadie.
Selene Reyes, febrero
de 2013, días hermosos (sin temor a ser presuntuosa)
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